El rey.
El rey.
Solo y con puro sentimiento de felicidad, toca sus arpegios el
rey. Desde las oscuridades del hueco que posee su instrumento (el guinete), se
crea una energía que ilumina sutilmente la propia alma compositora que heredó
de algún antepasado. Plausibles, las notas se transformaron en colores, y sus
sentimientos, que se fusionaban con las trabajadas cuerdas a través y alrededor
de sus dedos, pudieron, lentas y uniformes, concebir un fiel compañero para el
autor de la hermosa melodía.
Y Así como la melodía
pasó, los días también.
Una majestad no majestuosa por poder sino por mérito, debida
toda su vida a un solo propósito desde que quiere tener memoria. Resulta, que
este rey no tenía súbditos, ni hijos, no tenía madre, ni padre, no tenía nada,
más que la posibilidad de tenerlo todo, y un gato.
En su espacio, lleno
de nada, él tenía la total libertad de crear lo que quiera, mas no de exigir ni
de obligar a nada a realizar o escuchar lo que él diga por más importante que
sea. Sin embargo, nadie sabe, si es que alguien más existe, cuanto se debe
estar en ese oscuro espacio antes de tener un fin. Un vacío, listo para ser
colmado a libre albedrío por lo que más le satisfaga al gobernante, quien estaba unido a su almohadón, sostenido
por pequeños e inamovibles hilos de oro.
Y así como pasaron días, los meses siguieron.
Durante todo este tiempo el monarca intentó, falló, y por
consiguiente creó, un desmesurado y hermoso castillo frente a él, con grandes
torres y una gran puerta transparente, que dejaba observar el patio principal,
aún sin flora. Finalizar esta tarea fue el resultado de varias nuevas melodías,
ninguna muy hermosa y menos sentida, aunque agotadora. Tan agotador fue, que
sus dedos casi se separaban de las cuerdas, su alma menos brillaba, y los
colores que sobresalían no eran más que opacos grises y azules de diferentes tonalidades.
El rey ya tenía donde vivir aunque prácticamente no lo
necesitaba, al igual que el agua, las manzanas, u otras variedades de cosas que
se le estaban ocurriendo, móviles, animadas, vivas, además del gato que lo
acompañaba siempre a su lado.
Y así como pasaron meses, años fueron aprovechados.
La creación de las personas, las grandes pasturas, los ríos,
cataratas, volcanes, viento, lluvia y animales, fueron producto de agraciadas armonías
en el guinete, y gentiles sentimientos, transmitidos por las yemas de sus dedos,
que al mismo tiempo acariciaban su refulgente alma.
El único problema fue que el rey no era capaz de ver más allá
de su gran puerta de vidrio desde el lado de afuera, ya que para el momento en
el que supo que podía mover las piernas, ya se había fusionado con la suave tela
del cojín en el cual estuvo sentado toda vida. Por primera vez, al rey le
faltaron cosas. Le faltó ver las grandes llanuras, el agua desahogándose brutalmente
contra el río que la esperaba debajo, es carente de ver una cantidad enorme de
especies de animales, las cuales él había imaginado, pero no vio, ni verá. Eso,
al rey, lo asustó. No obstante, hay 2 criaturas con las que sí se pudo
relacionar, dos personas, físicamente parecidas a él, pero sin la posibilidad
de crear cosas como por arte de magia, más que nada, porque el rey no era
descuidado, y no le daría la chance a hombres y mujeres de tocar un instrumento
como el suyo, para que así alguien tenga la posibilidad de crear nuevas cosas,
quizás mucho más grandiosas, y que él por más que quiera, no podría ver.
Conocía todo en su mundo aunque todo no lo haya visto, y el único miedo que
tenía era a ser olvidado, suplantado, o a no tener la completa verdad sobre
absolutamente todo.
Y con la compañía de nadie más que esas 2 personas y su
gato, los años pasaron, las personas crecieron, aprendieron, y el gato, casi inmóvil,
viejo, acompañó con su ronronear la evolución del mundo que había creado su
majestad.
El viejo estaba
cansado de seguir infinitamente creando nuevos materiales, especies, arboles más
grandes, otros pequeños, porque se le estaban terminando las ideas. Sus
pensamientos fueron desde la más pequeña e imperceptible ventisca hasta
monumentales e imponentes formaciones rocosas que sobrepasaban las nubes y
llegaban al cielo, el cual fue una idea que le costó muchísimo plasmar en su
instrumento, por lo extenso y ambicioso, a la par que hermoso, que era este.
Luego de años y años de tratar de imaginar nuevas cosas, el anciano comenzó a
pensar en la idea de un fin, una muerte, un descanso, algo más. Tenía todo e
igualmente quería algo, cualquier cosa, aún sabiendo que no la podría jamás
pensar.
Fue así, casi por
casualidad, que las dos personas que estuvieron a su lado tanto tiempo, se
ofrecieron a ir en búsqueda de cualquier cosa que vean, ya sean plantas, arena,
para mostrarle al monarca, comida, o cualquier otro elemento que no haya apreciado
con la vista el rey, el cual aceptó sin titubear ni por un segundo.
Y los días pasaron, al igual que las semanas. Y el gato
siempre siguió ahí, ronroneando las preciosas melodías una vez compuestas por su
creador. Un día de muchísimos, justo cuando el rey estaba perdiendo las
esperanzas de volver a ver a su compañero y a su compañera, imágenes sobre una persona, no muy diferente a él, y construyendo un artilugio con madera del roble mas duro únicamente una vez imaginado, atravesaron su cabeza como una fuerte ventisca, la cual hizo que el anciano sintiese escalofríos en todas las arrugadas extremidades de su cuerpo, y preocupado, comenzó a prepararse para algo nuevo y desconocido para él, como lo es la muerte. El rey, no acostumbrado a sentir nuevas experiencias, se guardó, con unos pocos compases, en lo mas recóndito de su memoria y en la del gato, lo que luego le sería familiar. El sentimiento de pérdida. A pesar de los augurios que se le presentaron, se
presentaron ante el rey atravesando la increíble puerta de cristal, dos de sus tres mas confiados amigos, y le
mostraron un artefacto, tan único como el propio guinete.
La reacción del anciano, asustó hasta al cuervo más lejano, y hasta que el humano logró calmarlo, no hubo posibilidad de hablar. El rey no podía prohibirle a ninguna de las dos personas que tocasen el instrumento que construyeron, ya que no exigir nada a nada era una de las condiciones que tenía el viejo para ser rey.
La reacción del anciano, asustó hasta al cuervo más lejano, y hasta que el humano logró calmarlo, no hubo posibilidad de hablar. El rey no podía prohibirle a ninguna de las dos personas que tocasen el instrumento que construyeron, ya que no exigir nada a nada era una de las condiciones que tenía el viejo para ser rey.
Entonces, la humana
cantó, y el humano cantó también. Antes no tenían por qué cantar, el rey no se los
había enseñado, y finalmente, la mujer, al coro de la grave voz de su
progenitor, comenzó a tocar una especie de arpa, con un flautín en la punta
decorada del instrumento, haciendo sonar y salir de estos una luminosidad, una
vida, todo lo hermoso que él y ella habían visto en su viaje, entregándole al
viento sus notas y palabras.
El anciano, rey de todo, se encolerizó en un conjunto de
palabras irrepetibles, y por su miedo e ira incontenible, arranco sus dedos de
las cuerdas, agarro por el mango el guinete, y lo hizo desquebrajarse en mil
pedazos contra el piso. Solo una pequeña luz quedo dentro del roto armazón, el
cual el hombre recogió suavemente, y comenzó a utilizar, triste, por la
traición de su amigo el rey, feliz, por no ser esclavo de nadie más, haciendo
crecer final y calmadamente el pastizal en el patio del castillo, lo cual hizo que tanta
furia y explosividad del anciano, se transforme rápidamente en una lágrima, y
luego, una sonrisa.
Y así están pasando los años, los humanos están creando
cosas sorprendentes, nuevos mundos, nuevas galaxias, universos, y el anciano,
ya muy viejo, sigue recordando a esas dos personas con agradecimiento, e imagina, al
mirar su gran jardín, un gato, jugando entre las flores.
ya que pasaron los años, y con ellos, yo.
El relato es ingenioso, pero lo deslucen los errores de expresión que fuerzan una relectura. La falta de cuidado en la redacción le quita fuerza y atractivo a la idea que se cuenta. La última oración, “ya que pasaron los años, y con ellos, yo”, resulta incoherente e innecesaria porque irrumpe una primera persona que hay que presuponer a quién se refiere.
ResponderEliminarBien logrado el verosímil y el extrañamiento. Buen uso de artificios. El tiempo es lineal.
Rever tiempos verbales, concordancia, uso de pronombres relativos y de preposiciones, ortografía, puntuación.
Los títulos no deben llevar punto final.
Nota: 7-