"Sobre héroes y grises." Francisco Juárez

Sobre héroes y grises.





En ese tejado me quedé parado, mirando como las aves paseaban libremente por el cielo. Junto a mí, el débil cadáver yacía bañado en su propia sangre, inmóvil. Mientras miraba el charco de sangre que rodeaba mis pies, iba reconstruyendo en mi memoria los sucesos. Sonreí.
Siempre me sentí inútil. Se nota que todos no fuimos creados con igualdad. Lo único que quiero es seguir mi sueño y ser feliz pero la vida no me deja, ¿qué he hecho yo para que la vida me trate con tal crueldad? En un mundo donde la gente consigue dones a diestra y siniestra, ¿por qué he de ser yo la persona que no recibe uno? Quiero resaltar, no me gusta ser uno más de la multitud. Esta es la realidad que nuestra sociedad me enseñó a la joven edad de 6 años.
Desde que las explosiones nos dieron el gran regalo de los dones, lo antes visto como “sobrenatural”, se volvió la regla. En una sociedad cuyos sueños se volvieron realidad, yo camino sonámbulo, a la espera de aquello que va a hacer mi vida valer. Los dones nos dotaron de una moral, lograron dividir al mundo en quienes usan sus dones para el bien, los Héroes y, quienes los usan para el mal, los Villanos.
Desde que tengo conciencia admiro al héroe número 1, Hércules. Desde los 3 años mi sueño era convertirme en uno de ellos, pero este sueño fue destrozado cuando fui al medico y me comunicó que no era posible que yo tenga un don ya que mi tipo de sangre era muy rara e incompatible con estos. Ese día, cuando llegué a casa le pregunté a mi madre si podía, yo también, ser un héroe como hércules, honrado y admirado por salvar el bien. Ella se puso a llorar y me dió un abrazo pidiéndome perdón, pero eso no era lo que quería escuchar.


Miré a mi alrededor y a la expresión vacía que me veía desde el suelo. Medité unos segundos mientras mis zapatos se enchastraban con aquel líquido rojo y espeso. Su mueca horrorizada se aparecería en mi memoria cada noche al cerrar los ojos.


A finales de mi último año de secundaria tenía que elegir a que colegio ir, mi sueño era ir a la UBA, la universidad de héroes más prestigiosa del país, y donde estudió “Hércules”. Pero al decirlo mis compañeros me burlaban, diciendo que no iba a ser capaz de entrar.


Un día, en una callejón desolado, un villano apareció y me atrapó desprevenido. De un lado del callejón Hércules emergió y de un solo puño lo derrotó. Fui corriendo y lo abracé. Le di las gracias, quería contarle acerca de mi situación pero él no tenía tiempo.


Solté el ladrillo que fuertemente sujetaba en mi mano, estalló en mil pedazos. Me sentí superior, al fin había resaltado. Los ojos vidriosos e inmóviles, no parecían mirarme, parecían mirar más allá.


Cuando se estaba por ir decidí sujetarme a él, y me llevó hasta el tejado de un edificio muy alto. Allí decidí nuevamente a contarle mi historia, pero él seguía estando muy apurado y, mientras le contaba, empezó a salir humo de su cuerpo. Quedé atónito a mitad de oración cuando su cuerpo pareció empezar a derretirse. Sin poder siquiera emitir una palabra, vi como su cuerpo perdió completamente la forma y se volvió un anciano sin un músculo. Pero lo que más me sorprendió fueron sus ojos, que de un segundo a otro perdieron su brillo de poder y se tornaron grises y desganados. Me narró que hace unos años luchó contra un villano muy fuerte que le destruyó la mitad de sus órganos respiratorios, y que ahora ya no podía mantener su forma musculosa por mucho tiempo. Al ver su vulnerabilidad, sentí por primera vez en la vida, que podríamos llegar a equipararnos. Esto me dio confianza para volver a preguntarle si yo podía llegar a ser un héroe, incluso sin un poder, a lo que me contestó que no, que siguiera otra ruta. Sus ojos grises me miraban con una mezcla de lástima y aburrimiento, y mis manos empezaron a temblar de ira. De repente sentí mucho calor, el cuerpo me temblaba y la bronca me nubló la visión. Pensé que no era justo, que el “Gran y honrado Hércules” era una farsa, un debilucho que después de cada pelea debía recargarse, y su voz diciéndome que jamás sería un héroe hizo eco junto a la de mi madre, a la del doctor, y a las de todos mis compañeros. Hércules, sin percibir el cambio en mi humor, se dio vuelta lentamente y comenzó a alejarse cansado. No pensé más. La ira de ser gris en un mundo en blanco y negro me carcomió, y sin darme cuenta agarré un ladrillo abandonado, y corrí hacia Hércules. No alcanzó a darse vuelta cuando descargue toda la injusticia que había vivido durante toda mi vida en su cráneo avejentado. Cayó al piso, pero no paré. Vi en sus ojos sorpresa y miedo. Nunca antes había visto esa mirada y me sentí poderoso. No paré hasta verlo inmóvil, cuando caí en la cuenta de lo que había hecho.
Pasaron las semanas, y las noticias se expandieron, decían que fue con un objeto pesado. No sabían con que. Su cara aún continuaba apareciéndose en mis sueños. Al no encontrarse al culpable, se creó un mito acerca del villano más poderoso del mundo, aquel que había logrado vencer a Hércules, envejecerlo, asesinarlo y escapar sin que nadie lo viera. Lo llamaron “Hades”. Se cuestionaron a todos los héroes y villanos de las ciudades vecinas, sin saber, que en realidad, el villano más poderoso del mundo, era un simple mortal.

Comentarios

  1. La idea es interesante. Se trasluce claramente el conflicto del personaje, pero el vocabulario empleado y algunos errores de expresión no contribuyan a que se luzca el planteo.
    El intento de ruptura del tiempo lineal no está bien logrado: muestra solo dos instancias intercaladas entre párrafos (destacados en el relato por el cambio de fuente). Bien construidos el verosímil, el extrañamiento y el empleo de artificios. Rever tiempos verbales, preposiciones, gerundios, puntuación, ortografía (sobre todo, tildes). Revisar rimas internas (“En ese tejado me quedé parado...”), uso de “ver” por “mirar”, expresiones tales como “débil cadáver”, “[cadáver] inmóvil”, “Me sentí mejor, al fin había resaltado”, “A finales de mi último año de secundaria tenía que elegir a que colegio ir…”.
    Los títulos no deben llevar punto final.
    El modo de leer impuesto por cómo se ha editado el texto molesta y distrae.
    Nota: 6+

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