"Así te veo" Pilar Corcos

La pintora. Rusia.

Aparezco cuando el suelo está inundado y el lienzo está vacío. Aparezco sin que me llamen pero me siente, no creo que inspiración sea mi nombre, aunque tengo varios.

No quiere que esté allí pero sin embargo extiende el brazo. Llorar no resuelve nada pero sin embargo lo hace. Camina en círculos sin saber qué hacer. Me estoy mareando y la detengo. Esta si que no sirve y se lo recuerdo, como la otra vez. La habitación está llena de cuadros sin nombre y sin significados, hace un frío como para matarte y las ventanas están cubiertas por una tela que seguro costó miles de rublos. Está diferente, muy diferente.

Después de tantos años. Parece joven, por ahora. En su casa siempre hay gente, y me desespera, y fiestas por todas partes. No entiendo como mete tantas personas en un lugar tan pequeño. Seguro la están pasando mal pero se quedan por compromiso, por el respeto y el prestigio. Ni que fuera tan divertida. Ni tan hermosa. Ni tan talentosa. Yo si fuera ella echaría a todos, aunque los necesita. No es nada sin… El grito que acaba de dar no fue nada femenino y la gente lo sabe por las miradas que le están dando. Que tonta, ahora todos se están yendo y ella se encierra en un lugar sin ruido pero con susurros.

Fue la última vez que en su departamento entraron personas que no haya creado su mente. Se podía sentir la soledad y ni siquiera porque esté yo aquí si no porque ella no se encontraba allí.

Hay veces que me voy, pero siempre estoy y se puede ver. Se puede ver en sus ojos rojos, en sus ojeras grandes, en sus mejillas coloradas no proporcionales a su cara sin color o expresión. No siempre estoy sobre su brazo, hay veces que revoloteo por ahí, su vida no es interesante. Cuando su mano está libre es cuando hay tragedia. Crea unas obras terriblemente insulsas y deprimentes, nunca había visto tal horror y ella lo sabe porque tira el cuadro con tal furia que el infierno lo reclama. Empieza a dar vueltas por la habitación tirándose del pelo, con sus manos arañadas y viejas, susurrando algo para ella misma que yo no logro escuchar. Tampoco es que me interesa. Yo la ayudo con algunos de los comentarios, pero no creo que los escuche porque ahora está gritando. Grita y grita tan fuerte que tiemblan los horribles cuadros. Ay, la escucharán los vecinos, la echarán del departamento y quedará en la calle. Que se hace en la calle más que mendigar y… me escucha; porque se ha tapado la boca con las manos y va alternando en sus oídos. No quiere escucharme, lo cual es raro, yo solo quiero ayudarla. Se dirige a la cocina. Y... ya sabemos el trayecto, de la cocina al baño y del baño a la habitación, lo mismo de siempre. ¡Mira que esta niña me tiene harto! No pienso seguir viendo esto. Me alejo a la ventana y al mirar el cielo, me lanzo a él. No creo poder acostumbrarme nunca a Rusia, al aire, a las personas, a los autos modernos de este barrio lleno de gente rica. No siempre estuve en Rusia, a veces aparecía en París, Roma, Londres por momentos. Pero la mayoría de las veces en Rusia. Rusia lugar maldito, lugar de las mentes dañadas, manicomio de personas perdidas.

Mi primera vez aquí. Es una casa grande, se podría decir que es un castillo, y sin color. Creo que la mujer que me sostiene también sabe la falta de vida. Se escuchan llantos que retumban por toda la casa. Ella llora sin ruido y la miro con signos de pregunta revoloteando alrededor nuestro. “Katrina” dice sin mirar a nadie. No me importa y se lo hago saber. La hago reir lo cual no entiendo porque esa no era mi intención. Antes de hacérselo saber, un hombre entra al pasillo donde nos encontrábamos con una cara de enojo que ni yo, que estoy hecho de enojo, podría explicar. Le empieza a gritar a Katrina y a golpear al simultáneo que sus palabras golpean sus oídos. Le grito que corra lo más rápido que pueda hacia la puerta o la ventana más recomendable. Lo hace. Corre rápido hacia la ventana de vidrio fácil de destruir, pero se detiene y su mirada, llena de ternura, miran a un punto de una habitación. Sigo su mirada y aquella habitación está llena de cuadros, algunos pintados y otros en blanco. Antes de que la aliente a seguir los pasos que estaba siguiendo, se desvía y corre hacia la habitación. Toma un cuadro donde se puede ver a una mujer en la cama muy enferma pero muy bella y un cuadro en blanco. Como puede, sale disparada de la casa con aquel hombre tratando de alcanzarla y gritándole cosas como: “no te salvará de nada”. Cuando nos alejamos de esa situación, me dirigo a ella reprochando su mala decisión. “Esto me ayudará de mucho lo sé” dice a nadie. No sé de qué habla y tampoco me importa. “Mi madre” dice mirando y tocando el cuadro en blanco “todavía vive”.

Vuelvo al departamento y me sorprendo de ver todo ordenado y Katrina no llorando en el piso, o vomitando en el baño, o llorando en la habitación, o sangrando de lugares no comunes. “Algo bien” la felicito por primera vez en la vida. Me mira y yo me sorprendo. Jamás en la vida me había mirado y menos me hubiera esperado con tanta intensidad. Me sonríe y señala el cuadro que supongo pintó luego de ordenar su departamento. Me sorprende por segunda vez y admiro el cuadro. “¿Así es como me ves, entonces?”. Toma una pastilla con un vaso de vino y no me siento muy bien. Espero no verla nunca más, ya me hartó, como hace con todos a su alrededor. “¡bon voyage, компаньон! te recordaré en mis portrait. No extenderé más el braccio for you. до свидания”.

Comentarios

  1. Hay una clara decisión de atraer al lector a una lectura que no le da todo “masticado”, sino que le propone intervenir reponiendo la información que falta. No obstante, cuesta ver completamente al narrador, porque se sobreentiende quién es por la imagen.
    Bien construido el verosímil, así como extrañamiento y artificio. Sin embargo, el tiempo no lineal hubiera necesitado más rupturas.
    Rever puntuación (comas) y ortografía (tildes), uso de algunas conjunciones (sino), preposiciones y gerundios.
    Nota: 8

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