Santiago Salerno - "León"
“LEÓN”
Estaba todo dicho.
O por lo menos era lo que yo creía. Iba a llegar el momento
y todavía estaba pensando y
pensando.
Tenia que decidirme pronto, pero era muy difícil, y además
creo que de todas maneras iba a
resultar lo mismo.
En fin, paso a relatarles algunos hechos para que puedan
comprender mi estado de ánimo.
Ese día domingo, de invierno, aunque no lo crean me levante
temprano, muy temprano.
Porque la verdad no había podido dormir en toda la noche.
Me acerque al fuego porque hacía mucho frio, pero no lograba
calentarme. En realidad, el frio
que me recorría lo sentía desde adentro mío y sin darme
tregua.
Afuera estaba nublado y triste, y mi querido León allí,
siempre allí. Hacía ya casi un mes
cuidándome, no se movía de mi lado. Instalado cerca de la
puerta. El sí que parecía no tener
frio. Era evidente que su hermoso pelaje lo abrigaba y
protegía.
Yo miraba por la ventana el auto que tanto me gustaba,
siempre estaba ahí, frente a mí casa,
sin que nadie lo aprovechase, era la primera edición del
Ford Fordor, mientras lo contemplaba
pensaba, una y otra vez, si saldría a buscar aquello que si
o si tenía que encontrar, que si o si
tenía que ir a buscar.
Una y otra vez las ideas daban vueltas en mi cabeza. Trate
de tranquilizarme, pero no era fácil,
había que tomar cierto coraje.
Me abrigué y salí, a la búsqueda. Me puse ese saco negro y
largo que encontré sin querer en el
perchero del zaguán de la antigua casona. ¿Quién lo había
puesto allí? si nunca lo había visto.
Me quedaba bien, bastante bien por lo delgado que estaba.
Una vez en la calle me preguntaba si podría encontrar lo que
buscaba. A veces creía que era
algo inalcanzable, y por momentos no podía creer lo que
sucedía.
Caminando sin un recorrido establecido y sin saber por dónde
íbamos, pasábamos calles,
avenidas y bulevares. Siempre tratando de despejar en mi
cabeza aquello que no entendía, o
tal vez, quizás, que no entendía porque no quería entender.
León, junto a mí, me seguía, y nadie parecía sorprenderse,
era como si nadie percibiera su
presencia, a pesar de ser majestuosa y viril.
Cruzamos la avenida principal, esa que esta toda arbolada,
que a mi gustaba tanto. Una hilera
de tipas, otra de plátanos, hasta llegar a los paraísos. Y
yo pensaba …. en cualquier momento
…, pero no, León siempre a mi lado, y nadie se aterraba ni
demostraba miedo. Realmente, no
lo puedo creer, parecían no verlo.
Casi que llegue a acostumbrarme que las personas a mi
alrededor no se sorprendieran por su
presencia.
Quisiera dejar en claro que, en realidad, hasta hace muy
poco yo creía ser feliz. Había logrado
la compañía de un ser noble, fuerte y por sobre todo de una
honestidad incuestionable. Un ser
que me brindo su amistad, su pura amistad y por el cual creí
alcanzar el cielo con las manos.
Pude abandonar la soledad que me embargaba. Y todo gracias a
él, era para mí la figura
necesaria en el momento más oportuno.
Tanto fue así que casi llegue a pensar que no tendría que
buscar aquello que ahora estaba
buscando.
No paramos ni un minuto de caminar, creo que dábamos vueltas
y vueltas por los mismos
lugares una y otra vez.
Igualmente, lo tengo que admitir, yo sabía muy bien adonde
tenía que llegar. Pero necesitaba
postergarlo. Necesitaba todavía poder sentir el ruido del
viento entre los árboles, sentirlo una
vez más en la cara, ver los pájaros revolotear en sus nidos,
y a las personas sobre todo ver las
personas.
Cuando me di cuenta estábamos llegando, veíamos ya las
farolas, que en la fría mañana casi
oscura permanecían encendidas.
Y si, allí estábamos, finalmente en el puente. Me detuve
pensativo.
Yo acodado en el balustre con la mirada perdida en el agua y
el con su porte mirando hacia
otro lado. Él sabía que su misión estaba terminando y que ya
debía comenzar a despedirse, de
alguna manera.
Entonces ahí, en ese paisaje casi desolador supe que era el
momento, el instante que esperaba
había llegado. Supe que León me había acompañado para darme
la fuerza que no hubiera
tenido sin él.
Así lleno de nostalgia y de melancolía y con mi traje negro
partí, esa desconocida prenda con
sus etéreas alas me permitió levantar vuelo, sin dejar
huellas.
Ni siquiera León quedo, mi entrañable compañía de los
últimos momentos.
Estaba todo dicho.
No das con el tono narrativo adecuado y predomina el decir, así el relato no logra conmover ni involucrar afectivamente al lector. Es pobre el uso estético del lenguaje. Repensar conceptos como artificio y uso connotativo del lenguaje.
ResponderEliminarEl tiempo es lineal.
Rever construcción de oraciones, tiempos verbales, puntuación y párrafos, vocabulario, ortografía.
Nota: 6